Este año 2011, es año de elecciones municipales. Y el poeta, para reconocerse en ese estado tan personal de tomar una decisión tan importante como zanjar un voto, escribió sobre el papel: Henos aquí de nuevo / malhumorados y tristes / con los cojones en ristre / arrastrados por el suelo. Y la ciudad de arena sonrió. Y Vinatea* dijo:”Ese cuarteto de soneto no es redondo”. Será estrambote, porque “entréme donde no supe, / y quedéme no sabiendo,” dije citando a San Juan de la Cruz. Y la tarde crepuscular se cubrió de un cielo tinto, ocultando de nubes la luna llena que con su luz láctea había hecho maldecir a Paco: “Me cago en los selenitas” Y seguí leyendo en la ceniza de cientos de colillas apagadas, lo que señalaba la deriva de un lapsus electoral de cuatro años, que acaba y otro que comienza.
Alcaldes y concejales se empujan para ocupar un puesto en la lista que se corre (perdón) arriba o abajo, puesto que sube o baja según el mangoneo oportuno, y que algún optimista puede llamar (con buena intención) influencia política.
Recuerdo que en el año 2006, según un juez (uno cualquiera) los alcaldes y concejales de este país no tenían derecho al paro, porque (creo que está bien razonado) no se sabe para qué empresa trabajan. No sé cómo quedó aquella sentencia, pero tenía su lógica. Cómo va a vivir un alcalde con la dualidad de: (todo seguido sin comas) yo me mando a mí mismo pero no obedezco porque no me da la gana me subo el sueldo y ahora si quiero me despido. Pues no. Lo suyo es que todos los ciudadanos nos diéramos de alta en Autónomos y así los ayuntamientos serían nuestras empresas y alcaldes y concejales nuestros empleados. De esta manera tendrían derecho al paro, en caso de que un día decidiéramos mandarlos a tomar por saco. No ganaríamos para indemnizaciones.
Siempre he defendido que el consistorio, a parte de un consistorio, (lugar de reunión) es una empresa que gestiona y da servicios a los ciudadanos. Pero con el correr de la transición (¿ha terminado?) la idea de privatizar se fue instalando en los gestores de la democracia, y en los ayuntamientos ahora hay un emporio empresarial. Lo justo sería elegir Director General, y olvidarnos de la palabra alcalde, añeja y manida. Se llamaría pues, lugar de empresas: Imperiúm Pres, por ejemplo. Privatiza que algo queda. Y por extensión los trabajadores municipales podían ser melancólicos funcionarios creados para traspapelar cartapacios y legajos. Incluso es posible que una somera investigación en esos mamotretos de papel, si se investiga o se meten las narices, algunos municipios no existan y las elecciones municipales sean un complot contra la ciudadanía. Por eso el dinero que cobran alcaldes y concejales es virtual: no se lo paga nadie físico, de ahí que el vulgo diga que se lo llevan “muerto”, que es sinónimo de dejar de ser, de no estar. De todo este cavilar se deriva que las ciudades dormitorios sean un sueño. Todo es aparente. Funámbulo y Prestidigitador (equilibristas y magos) asesinaron anoche al Bufón de la Corte. Siguiendo en este desvarío todos sabíamos que la burbuja era inmobiliaria, y que cuando estallase, todo se llenaría de confeti, bajo un sobrecogedor silencio de cuerpos abatidos.
Y luego ese otro silencio. El del alma. El excelso silencio general del pueblo:
Mil trabajadores mueren cada año en accidente laboral en nuestro país, en vuestro país, en su país.
De los 5.700 muertos iraquíes durante 2005, 4000 fueron civiles. De los 2300 primeros soldados muertos de EE.UU. cuando el comienzo del conflicto, un alto porcentaje estaba compuesto por hispanos, negros y pobres. Lo que viene a demostrar que las guerras las hacen los militares (el estado capitalista hoy) contra el pueblo, valiéndose de su pobreza y su incultura.
En otra guerra sin duda, durante 2005, fallecieron en España en accidente de tráfico (qué accidente, qué tráfico) 3330 personas. Seguramente esas personas muertas, eran en su mayoría trabajadores, que también son personas. Y también en 2005 la venta de coches alcanzó 1.529.000 unidades. En Alemania quieren construir terrazas con ascensor para que cada ciudadano, que también son personas, se los puedan subir hasta sus casas. Y avanzados estudios genéticos, al servicio de las factorías del motor, claro, están intentando que los niños-as nazcan con un coche bajo el brazo, no como antes, cuando éramos pobres que nacían con un pan.
En la construcción los muertos este año 2005 sumaron 308 (los muertos siempre suman). Media hora antes de morir se les preguntó a estos 308 por sus condiciones de trabajo, y todos respondieron: “Qué quieres, no tenemos otra cosa, o lo tomas o lo dejas”. Lo dejaron. Los sindicatos obreros se rasgaron las vestiduras, pero más tarde los pudieron ver comprando ropa de marca en “El Corte Inglés”. Y les subió la autoestima.
He tomado los datos del año 2005, ahora tan sólo hay que ir añadiendo a los años siguientes los datos negativos que precise el porcentaje preciso que justifique la crisis de 2006, 2007, 2008, 2009, …
Y por si esto fuera poco el emperador Nerón, después de quemar Roma, mandó a los albañiles a que le construyeran una residencia de 2,5 kilómetros cuadrados y 300 habitaciones, y la llamó Domus Aurea. Cuando se trasladó con los muebles al palacio exclamó: “¡Por fin podré vivir como un ser humano!”. Al fin y al cabo, principio y final de todo sobre todo, los emperadores se consideran seres humanos, que también son personas. Es curiosa esa necesidad de la sangre. Se trasciende para fastidiar al próximo. Viva el blues, constantes vitales atomizadas por el pulso tembloroso de la ciudad de arena, palpitando como un corazón desangelado: el compás. Lo demás es trama. Miedo. Y militares.
Y Vinatea escanció poemas de fuego a la noche de San Juan, para conjurar a la luna llena.
* Vinatea. Seudónimo de Francisco Fernández Martí. Escritor y poeta. Bibliotecario en la Biblioteca Municipal de Móstoles.