Pepe Gutiérrez Álvarez
Acaba de fallecer nuestro camarada Jordi Dauder (Badalona, 1938) de una muerte que ha sido también una liberación. Estaba francamente mal, el cáncer le estaba cercenando la vida, y no había calmantes para tanto dolor, aunque él permanecía en pie ilusionado con nuevos proyectos, como siempre. Teníamos pendiente ir a visitarlo el próximo 24 de septiembre, aprovechando un viaje a Madrid a una reunión extraordinaria de la Fundación Andrés Nin, con la que siempre colaboró, y para hablar en La Marabunta de Víctor Serge, uno de esos personajes claves de la cultura marxista revolucionaria de la que Jordi formó parte al menos desde mitad de los años sesenta, cuando estando en Francia colaboró con la redes de solidaridad activa con el FLN argelino que tenía formada la Cuarta Internacional bajo la batuta entusiasta del vilipendiado Michael Pablo. Jordi había leído a Víctor Serge en su idioma, o sea en francés, lengua que hablaba con tanta fluidez como el catalán, su lengua materna, o el castellano.
Jordi fue después, a su regreso a Barcelona y en la universidad, uno de los fundadores del POR siguiendo la disidencia de Juan Posadas, cuando éste defendía unas ideas en la que participaron no pocos militantes de la talla de Adolfo Gilly (con el que Jordi colaboró en la revista “Coyoacán”), o sea antes de convertirse en un personaje. En el POR militaron por entonces jóvenes como Diosdado Toledano, Antonio Gil o Lucía González que luego serían, como el propio Jordi, protagonista de la fundación de la LCR. De aquel tiempo data un encuentro con Manuel Sacristán que Jordi contará en su introducción, “Una noche con Manolo Sacristán”, escrito para la recopilación de textos que acompañó la edición en DVD del “Integral Sacristán”, de Xavier Juncosa, una producción de El Viejo Topo, y un documental que debería circular mucho más de lo que lo ha hecho a pesar de las dificultades de su metraje. En este texto, Jordi nos releva una conversación con Manolo en relación a Trotsky, y muestra como éste ya se encontraba muy lejos de los cánones que todavía imperaban en el PSUC. Cuando estalló el mayo en París, Jordi no se lo pensó dos veces, y con un coche se plantó en el París de las barricadas e ingresó en el movimiento 22 de marzo en el que participaba la JCR con los neoanarquistas y otras corrientes. Una batalla que pudo recordar cuando –a través de una filmación- intervino en el acto que en conmemoración del 40 aniversario del mayo organizó Revolea Global en la Cotxeres de Sants, y en el que nos habló con su pasión y su altura intelectual Daniel Bensaïd, otro que se nos fue dejándonos más pobres.
Durante muchos años, Jordi Dauder fue el rostro a lo Fanfan la tulipe de la LCR en Badalona, todo un personaje de oratoria apabullante, que era respetado por todas las tendencias políticas que encontraban natural que emergiera como portavoz de algunas de las potentes luchas vecinales del momento. Eso sí, lo hacía, entraba y salía, Jordi era un militante “dandy”, alguien que siempre estaba allí a las duras y a las maduras pero al que no se le podía “coger” de una manera estable ni asegurar que asistiría a la próxima reunión que era “muy importante”, porque a veces se marchaba, casi siempre a Paris donde tenía alguna novia, o a Portugal para meterse de pleno en la revolución de los claveles, contactar con los camaradas de la Internacional. De algo así hablaría el mismo en una entrevista veraniega que apareció en “La Vanguardia” de Barcelona, cuando ya era un actor catalán famoso y en la que se retrata así:
“Jamás he tenido una verdadera "inclinación vacacional". En primer lugar, porque, por distintas razones, en la época del verano he participado muy a menudo en actividades socioculturales a las que me sumo siempre que puedo y que, para mí, son tan impórtanos como mi propia profesión. Y en segundo lugar, porque mi actividad profesional no siempre permite veranar. Por otra parte, considero un error y un reduccionismo de cariz corporativista deslindar una profesión: todo lo que la rodea, y que es la vida. Me interesa todo lo que sucede y no comparto esa frase que a veces oímos: "Soy un artista y no me meto política." Además de ser, paradójicamente, una actividad política, coloca al artista en un Olimpo elitista alejado dé las "bajezas humanas". Mis veranos más importantes van ligados a la actividad socio-cultural. Y recuerdo especialmente tres.
- Verano de 1975, Portugal y la revolución de los Claveles: participé junto al Movimiento de las Fuerzas Armadlas en su campaña de alfabetización y en sus actividades culturales. Allí también realicé un cortometraje sobre aquella magnífica convulsión social que sacudió a todo el país.
- Verano de 1977: participé como miembro de la asociación de vecinos del barrio de Santo Cristo de Badalona en la ocupación multitudinaria de tres hectáreas de terreno del polígono Montigalá para reclamar la construcción de una escuela pública que hoy ya existe y que se llama Llibertat.
- Verano de 1993: después de rodar la película "Los baúles del retorno", con Silvia Munt y Patricia Gálvez, me fui a los campamentos saharaui del Frente Polisario a convivir con ellos y a realizar un reportaje sobre su terrible situación para la revista "El Viejo Topo", en la cual colaboro.
Como ando siempre a caballo entre lo profesional y lo sociocultural, si me preguntasen qué escogería para futuros veranos, probablemente diría que el festival de Aviñón y cualquier cita que convocasen los actuales movimientos antiglobalización. Creo que es la mejor manera de aprender profesional y humanamente. Lamento no poder hablar de sólo un verano del pasado, pero es que la vida sigue.»
Estas notas nos pueden dar una idea del activismo de Jordi Dauder. En el tiempo en el que militamos juntos en la agrupación cultural de la LCR en Barcelona en la primera mitad de los años ochenta, una agrupación en la que, además, estaba el personal de la Librería Leviatán, Gerard Romy, Mariano Delás, Xavier Giró, Joseph Casals, ulteriormente autor de una joya de ensayo histórico titulada Afinidades vienesas. Sujeto, lenguaje, arte, Premio Azagra de ensayo 2003, y otra gente, Jordi estuvo por medio de innumerables proyectos en un tiempo negado para la lírica. Entre ellos estuvo la creación de una revista de periodismo de investigación que le pusimos como nombre “Marxa” con Lluís Zayas con el que luego hizo una pelí, "Bufons i reis"; en la aventura “autogestionaria” del Brusi, también conocido como diario de Barcelona; en las reuniones con editores para crear un “Club del Libro de Izquierdas” cuando este material descapitalizaba las editoriales que habían sido de izquierdas; en la propuesta de crear una sección española del Instituto León Trotsky que presidía un poco tormentosamente Pierre Broué desde la Universidad de Grenoble…
Durante un tiempo, Jordi también trabajó en la citada librería, y juro que era un espectáculo verlo vender libros. A mí me gustaba de siempre echar el rato repasando ediciones, y hablar de todo un poco mientras el tiempo lo permitía, y pude ver muchas veces como aparecía alguien buscando un libro que no tenían en los estantes, y salir con tres o más que ni había pensado. Por medio había un encantamiento porque Jordi podía coger el hilo, que se yo, de Giorgio Bassani, y entrar en toda la literatura italiana. Era un encantador de serpiente casi tan refinado como Casanova, y lo pude ver de cerca. Fue en la época en la que el que escribe estaba amorosamente recién casado, y Jordi se había hecho un habitual en casa donde nos ayudó a tener un número de teléfono precioso en pocos días, y en donde pasaba horas Hablando de la vida y la muerte. Resultaba que mi compañera de entonces era una ferviente admiradora de Miquel Marti i Pol, y mire ustedes por donde, Jordi no solamente recitaba a las mil maravillas Estimada Marta, es que también era amigo del poeta de Roda de Ter donde estuvimos de visita aunque aquel día Miquel no pudo recibir a nadie. Llegó un momento en que mi compañera echaba en falta a Jordi con un entusiasmo que acabó poniéndome mosca. Así es que le dije en palabras textuales: "Escucha, para mí eres la primera, pero con Jordi te tendrás que poner en la cola”.
Sin quererlo ni beberlo, Jordi aparecía un poco en todas partes. Recuerdo que aparecía en la revista “Dirigido por…” en relación a un Festival de Cine Árabe que había organizado, su nombre figura en la refundación de “El Viejo Topo”, en campañas de solidaridad con Nicaragua (moisés arana, el cónsul de la época, siempre que me veía me preguntaba por él, ¿Por donde anda Jordi?. Después llegó el teatro, el cine y todo lo demás, pero por más que seguro que tuvo que trabajar como profesional en actuaciones que, de buen seguro, no estaba de acuerdo, nunca dejó de ser fiel a sí mismo. Recuerdo que allá a principios de los noventa, abrí “L´Eco de Sitges”, y me encontré con una entrevista con Jordi con ocasión de un seminario sobre actor dramático, y en ella efectuaba una encendida apología de la revolución. Siempre estuvo ahí, en todas las “movidas” de los actores a la par de Guillermo Toledo y otros, dispuesto a lo que fuese, a decir o recitar las suyas. Ahora ha muerto, y se habla de su brillante e intensa carrera de actor. También se dicen algunas cosas sobre su activismo paralelo, pero en el recuerdo de muchos y muchas de nosotros, Jordi Dauder sigue siendo un camarada de los que se hacen grandes con una causa, y también contribuyen a enriquecerla.