40514

Me llamó la atención que la página par llevara el número (digamos) 40514 y la impar, la siguiente, 999. La volví; el dorso estaba numerado con ocho cifras. Llevaba una pequeña ilustración, como es de uso en los diccionarios: un ancla dibujada a la pluma, como por la torpe mano de un niño.
Fue entonces que el desconocido me dijo:
-Mírela bien. Ya no la verá nunca más.
Me fijé en el lugar y cerré el volumen. Inmediatamente lo abrí. En vano busqué la figura del ancla, hoja tras hoja.

(El libro de arena. Jorge Luis Borges)

domingo, 5 de junio de 2011

EL OTRO LIBRO


...el otro tigre, el que no está en el verso.
-J.L.Borgues-

         El pasado 23 de Abril se celebró el día del libro. Y aquí en Madrid acaba la Feria del libro, 2011. Yo que he leído libros y leo libros para que todos puedan leer en mí como en un libro, puedo afirmar que la causa por la que no se leen libros en mi país es porque estos no se usan para vivir. Se usan para distraerse, para evadir la mente, para pasar un rato distraído. Luego el lector regresa a está realidad. A el día a día. Pues bien: mentira. El libro es la realidad que nos salva de esta falsa realidad ordinaria, soez, canalla. Los libros no se usan para vivir. O bien porque el uso que se les da forma parte de una ética dónde el saber siempre está remunerado. No se lee, se estudia. Se compran coches, porque se usan. Se compran casas porque se usan. Y chaquetas y camisas. Cuesta trabajo aprender cosas que sirven para enriquecer nuestros suspiros o los latidos del corazón. Creemos que sus enfermedades las curas el cardiólogo. Pero el uso que se puede hacer del libro no se sabe. En las escuelas, en las universidades esto no se enseña porque lo que la sociedad necesita es un hombre con pericia y solvente que dé soluciones efectivas a problemas que entroncan con la técnica y la mecánica, mucho más que con el pensamiento o el alma: es preferible conseguir una fría plaza de garaje antes que amar un libro, por tanto necesitamos arquitectos, no escritores. De hecho el Exmo. Ayuntamiento construye plazas de garaje para facilitar el aparcamiento de los coches. Jamás construirá libros para facilitar el fluir de los sueños, que es como realmente se cimienta el hombre (No me engañen, ya sé que hay bibliotecas).



         Ray Bradbury, en Fahrenheit 451, da una solución redonda al uso del libro: si como parece estos tienden a desaparecer (a pesar de que la industria editorial cada vez vende más libros, pero se lee menos) que cada hombre se aprenda uno de memoria, que a su vez enseñará a otro hombre, y este a otro, etc. Hay otros usos. La poesía es un arma cargada de futuro, escribió Gabriel Celaya, úsala contra el enemigo, añadió alguien. Sigue habiendo más usos. Hay gente incluso que compra libros para pasar un rato de distracción y olvidarse de los problemas cotidianos que a todos nos afectan; pero hay los menos (esos que son cuatro) que leen libros para constatar su locura y su catástrofe y comprobar que con ambas se puede vivir más y mejor; que leen para redondear la crisis personal y encontrar el cero que les prometió un poeta. Hay gente que lee libros para morir con otros, o para morir directamente, porque hay gente que usa el libro como un suicida, revólver en mano (¡Cae agua de revólveres lavados! –César Vallejo-) sus páginas de negro cañón meten balas de letras en su cerebro y ya será para siempre el hombre alejado, el hombre humano que todos desean olvidar porque con una sola palabra mataría tus ilusiones, o tu fe, tu caín.
         Más no idealicemos, no pasa nada si no se lee. Se es más torpe, se es menos comprensivo, menos tolerante, más dogmático, una especie de cafre, un redomado analfabeto institucionalizado con orden de ser zopenco, ¿y qué?. La necesidad decidirá en su momento que hacemos con ellos, y ellos decidirán qué hacen con nosotros, nosotros y ellos decidiremos qué queremos de nosotros.
¿Pero esos autores que escriben de nosotros de qué nosotros escriben?, ¿por qué no escribimos nosotros de nosotros mismos? Ha sido la burguesía quien ha hablado de nosotros siempre, autor por autor. Y si algún autor ha hablado en sus libros de nosotros yo diré que volverían a asesinar a Lorca, a todos los Lorca, no importa el número, y nosotros no moveríamos un dedo, por la sencilla razón de que no hemos aprendido a USAR a todos los Federicos del mundo para seguir viviendo.



         ¿Cómo podemos defender el uso del libro en un plano de bondad, si hoy el libro es un artículo que podemos obtener cuando vamos de compra a las grandes superficies, (nunca a las anchas alamedas) junto a las camisas, un tiesto de flores, o unos cuantos chorizos y morcillas porque se celebra la semana gastronómica de León o Extremadura?. Este “concepto” deformante, este interés por desnaturalizar el libro, esta osadía del desconocimiento, el desprecio hacia lo que ha sido tan estimado en otros tiempos, hoy forma parte del consumo esquizofrénico de esta sociedad que valora altamente el estrés, porque esa es su cultura y en ella los libros, lo que representan, lo que esconden, insinúan, le viene tan grande que presumir de ignorancia está bien visto. La solución de este analfabeto funcional es darle al libro y lo que representa, brillo de brillantina, lomos de estantería, y repujados de cristal, para que juegue con la cristalería. Y son mayoría. Lo serán siempre.
         Como homenaje al libro y al uso que he hecho de él a lo largo de mi vida valga un ejemplo: Prometeo robó el fuego para los hombres. Robó las semillas de fuego de la rueda del Sol y las trajo ocultas en un tallo de Férula. Se llama Férula a la planta Cañaheja, que en mi tierra la conocemos por el nombre de “cañimana”. Si bien Prometeo usó el tallo grueso y seco de la planta para esconder en su interior las semillas, los jovencitos usábamos las umbelas secas de 12 a 15 pedicelos o radios de sus flores muertas (que en plena floración son esferas amarillas semejantes al sol) para transportar los frutos de la zarzamora y que luego solíamos regalar a nuestras chicas preferidas. Aprendimos de Prometeo el misterio de la dádiva como fin que justificaba los posibles resultados conseguidos en la rueda de seducción: transportábamos los frutos y el fuego para ellas. Más tarde aprendí que el fuego tenía un nombre y se lo puse. Y di nombres nuevos a las cosas que ya lo tenían de otra manera. Con otro sonido distinto.Y la ciudad de arena sonreía.


Tomás Rivero, Móstoles Junio del año de 2011 y primavera, tiempo en el que los poetas deciden suicidarse porque su ciclo coincide con la eclosión de las crisálidas.

P.D. Espero que Loli llene su hostal de libros. Espero que
tome nota y use el libro de hoy en adelante para desaprender.