40514

Me llamó la atención que la página par llevara el número (digamos) 40514 y la impar, la siguiente, 999. La volví; el dorso estaba numerado con ocho cifras. Llevaba una pequeña ilustración, como es de uso en los diccionarios: un ancla dibujada a la pluma, como por la torpe mano de un niño.
Fue entonces que el desconocido me dijo:
-Mírela bien. Ya no la verá nunca más.
Me fijé en el lugar y cerré el volumen. Inmediatamente lo abrí. En vano busqué la figura del ancla, hoja tras hoja.

(El libro de arena. Jorge Luis Borges)

miércoles, 18 de noviembre de 2020

La lectura es sal y el libro humo

Yo soy la inocente que mató a otros
y después enterró sus cuerpos en minas de sal
a golpe de pala almacené versos en estantes
y estantes de olvido. Subían hasta el cielo los estantes
y bajaban ardiendo los libros. Quedó con ello
conservado para siempre el dolor y la muerte.
También enterré en aquellos sacos de sal
a poetas y poetas la biblioteca entera de tantos
buscadores de versos: a Chantal Maillard a Platón
y los metales pesado de Marzal y sus cojones duros
al poeta de la levita y a la de las bragas de cristal
a traperos y albardas y así fue
como convoqué el verso y del fuego una llama
y del abrojo una vena: la sangre es muda.
Y todo fue humo. Y la sal lengua.
Ahora en pequeño formato tal vez en urnas
o copelas de cristal probetas creo
guardo las cenizas. Venid a por ellas cobardes.
Las escondo y sé que escorias dentro
las manos sufren el contacto alacrán.
Brilla el filo azul y afilado en seda de una uña 
que sangra señalando el sur fálico y vaginal
donde se produjeron las incineraciones. No acudas.
Hay un relincho de caballo a yegua y un grito de loco a risa
de mudo a mazmorra y de letanía a principios
y todo el que en el mar penetra se vuelve azul
y unos días más tarde muere solo y olvidado
de algas y peces satisfecho.
Lo encontraron como ahogado pero era pertrecho
también apero y un poco de andrajo.


De "Poemas hélicos"

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Navega si quieres en mi corazón solitario
porque lo dejo a tus abordajes de madrugada
a tus antojos copias y libelos,
garfios y desbroces,
y déjame ofrecerte en esta nada
un error similar al que siempre cometemos:
restos de unos ojos sin paisaje y sin botín,
trasparentes capturas donde anida la anguila
o navegando noctámbula del día y sus abismos
en la siesta de la noche permanente
donde espera la sed que apague las preguntas.