40514

Me llamó la atención que la página par llevara el número (digamos) 40514 y la impar, la siguiente, 999. La volví; el dorso estaba numerado con ocho cifras. Llevaba una pequeña ilustración, como es de uso en los diccionarios: un ancla dibujada a la pluma, como por la torpe mano de un niño.
Fue entonces que el desconocido me dijo:
-Mírela bien. Ya no la verá nunca más.
Me fijé en el lugar y cerré el volumen. Inmediatamente lo abrí. En vano busqué la figura del ancla, hoja tras hoja.

(El libro de arena. Jorge Luis Borges)

domingo, 20 de marzo de 2011

Primavera


A las 12 y 21 minutos empieza la primavera este año de 2011. Es una hora capicúa de esas que se leen de izquierda a derecha y de atrás a izquierda o cabeza y cola, que es lo mismo. A esa hora, como en una conspiración perfectamente urdida, las cosas y los enseres, las personas y la sangre, el viento y el mar, las calles y los ruidos, todo, se pone en movimiento. Crujen las cuadernas. Los libros. Las ingles. Todo se tensa. Empiezan los engranajes a demostrar que su aceite es virgen y de esa savia nace una vez más, el intento de demostrar que la revolución es posible sin disparar un solo tiro, como debe de ser.
Empieza la primavera de noche. Un poco después de la media noche. Cuando nadie la ve, ella sale a lucir un color de oscuridad que espero nos llene de luz.



Esta primavera se la voy a dedicar a esta foto con estos dos señores que siempre me pareció una foto hermosa dónde los protagonistas son los hombres más felices de la tierra. No hay más que verlos. Sobre todo a Saramago, que en estos días se cumplen nueve meses de su muerte. Esos nueve meses que representan la vida de un embarazo. El nacimiento por tanto de un nuevo ser. Así que su gente decidió abrir las puertas de su casa en Lanzarote.

Yo pasé el día lejos de Lanzarote. En la ciudad de arena, entre historias de novelas y cuentos. De verdades y de mentiras. Algún poema. Un intento de soneto. Me moví por la ciudad de arena. Segué un césped que no era mío, en un jardín que no lo era. Podé un jazmín. Corté flores de mimosa.

Y leí un suplemento de prensa. “El Domingo” de “El País”. Prensa obrera. No es prensa obrera. Esa manera apabullante de informar es el ejemplo de que no es prensa obrera. Nos apabullan con noticias para que entre todas no sepamos cual es la que nos hace daño. Nos sirve. Nos hace mejores. Al menos no debe ser nuestra manera de informar. Esa manera es la mejor manera para no informar. La información, la cantidad de datos que aporta a través de los distintos artículos, requiere una investigación tal, por parte de los que accedemos a ella, para saber si todo eso que nos dicen es cierto, que tardaríamos años en sacar a la luz la verdad de lo que en él se dice. Esa frivolidad de la información, para demostrarnos que así no se informa. Que así la verdad queda relegada a un plano de mentira. De que la distancia entre mentira y verdad es excesivamente corta. Se mezcla, se confunde. Es lo que quieren a la hora de informar: que no sepamos. Y además que sepamos de ellos. No de nosotros.

Y para poder hacer una buena digestión, tras un postre dúctil, elegí un mago. Y mientras pelaba la fruta de color naranja, he llegado a la conclusión de que nos gobiernan las mafias. Varias veces intenté plantar la semilla del mango, esa especie de galleta ovalada, y nunca llegó a echar hojas. Creo que la falta de arraigo debe de estar en la pegatina con código de barras que venía pegada a la piel del mango. Creo. Las mafias.


La ciudad decide abrazar la primavera que viene con luna llena.


2 comentarios:

  1. Yo también creo que nos gobiernan las mafias,están por todas partes,el desmafiador que nos desmafie ,buen desmafiador será.Todo llegará.Un beso y una mimosa.

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  2. Yo creo que estás así: como las mimosas.

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Navega si quieres en mi corazón solitario
porque lo dejo a tus abordajes de madrugada
a tus antojos copias y libelos,
garfios y desbroces,
y déjame ofrecerte en esta nada
un error similar al que siempre cometemos:
restos de unos ojos sin paisaje y sin botín,
trasparentes capturas donde anida la anguila
o navegando noctámbula del día y sus abismos
en la siesta de la noche permanente
donde espera la sed que apague las preguntas.