UNO.-
A mi bisabuela Irene la llamábamos abuelina, porque era la abuela mayor y para diferenciarla de su madre, mi abuela Luciana, y porque era menudita. En su juventud se dedicó al teatro. Poco, estaba mal visto, y los primeros que se oponen, cuando algo está mal visto, son los maridos. Me lo ha dicho mi bisabuela Irene Estévez el otro día cuando fui a verla al teatro donde interpreta a una viejecita, amante del viejecito Luis Candelas, ladrón que robaba a los ricos para favorecer a los pobres: “Hijo apaga ese trasto al que llamáis “inmóvil”. Le corregí. Móvil, abuelina, se llama móvil. “Ya, pero como yo veo que todo el mundo por las calles se pasea nerviosa de arriba abajo, sin estarse quietos, camino de ninguna parte y hablando solos como si tuvieran miedo, pues..., eso, que tú apágalo. Me he enterado que sus frecuencias de microondas están todas en una lista de los americanos y ahora todos los que lleváis ese aparatito sois potenciales bombas andantes, afinadas bombas que pueden entrar en los lugares más recónditos de la tierra. Ignorantes, es lo que sois, creyéndoos tan listos. Os van a descerrajar un micro-misil en la oreja”. Y terminó diciendo: “Estoy hasta el moño de guerras. De generación en generación, todos hemos conocido guerras. El miedo que pasamos en la del 36. Y el miedo que pasó mi abuela, cuando entraron los franceses de Napoleón”. Le informé. Abuelina si ya no hay guerra, se ha terminado. “Ya. Que te lo crees tú. Apaga el “inmóvil”. O mejor tíralo”. Vale abuelina.
DOS.-
Frente a la sierra de San Pedro, se encuentra tendida, preciosa y en silencio, la ciudad de San Vicente de Alcántara (Badajoz). Anteriormente conté en esta ciudad que Manuel Fernández Bernáldez, mi abuelo materno, aquel 14 de abril de 1931, proclamación de la II República, vistió de republicana a mi madre, que acababa de cumplir seis años el día 8 de marzo, y le dio un paseo por el pueblo, con un cartelito que decía: “Ay! de quien toque a la niña bonita”. Se libró del pelotón de fusilamiento por los pelos; a cambió tuvo que pagar una multa de 500 ptas. en metálico y trabajar gratis (era guarnicionero) durante un año, haciendo cartucheras, vergajos, cinturones, y fundas de pistolas, para los municipales del pueblo, y cobrando dos reales el resto de su vida, al servicio de los poderes fácticos.
TRES.-
Mi madre y mi padre utilizaban la palabra “condición” para hablar de las personas buenas o malas. Así las personas buenas tenían buena condición, y las malas tenían mala condición. Cuando yo era jovencito, entre los seis y los ocho años, con otros niños hacia faraónicas construcciones de piedra y arena en desequilibrada edificación de alzada arquitectura. Cuando dábamos por finalizados los juegos, arrasábamos a patadas todo lo que habíamos construido para que otros niños no pudieran jugar. Lo más triste es que la destrucción de nuestra obra la acompañábamos de una canción, imposible de transcribir aquí la música, pero sí la letra: “Yo que lo he hecho, yo que me aprovecho, Yo que lo he hecho, yo que me aprovecho”. Para mis padres eso era tener mala condición.
CUATRO.-
La clase obrera ha eliminado la palabra organización de su vocabulario. Ha eliminado también el vocabulario, y se ha eliminado como clase. Disuelta en otros azúcares de muselina, pastas para las cinco en el salón de té, la pobre clase obrera nunca fue tan pobre, cree que así, con su miedo y su hipoteca puede aguantar la eventualidad de la vida votando al Partido Popular, mientras se hace el distraído los domingos por la mañana montando en mountain-bike. Porque la clase obrera lo que quiere es que no se le note que está ahí, pasar desapercibida, que la dejen en paz. Tiene miedo, mucho miedo. Practica el miedo del individuo elevado a la categoría de indiferente y solo. Gritó estampida y en la huida murieron todos. El 15M dice que hay que organizarse desorganizados. ¿La base social del 15M es el lumpen-proletariado, o como dice el poeta Batania, son los futuros mandamases políticos?
Que a qué viene todo lo anterior. Pues que entrelazando cada gesto podemos llegar a verle la cara al alma, y también podemos ver, cómo una y otra vez nos engañan los gobiernos. Los gobiernos nos engañan con nuestro cómplice consentimiento, puesto que en el fondo de ese alma, sabemos que nos engañan. Y más en el fondo del alma, llegando ya al infierno, si nos engañan también nos importaba un bledo. Y que cuando el otro, en este caso el enemigo, habla un lenguaje, un solo lenguaje, o lo hablas o el otro, en este caso el enemigo, no te entiende. ¿No es la muerte el lenguaje que hablan los yanquis?. Hablemos su mismo lenguaje y nos entenderán. Por si no me he expresado bien: tomemos al asalto cual corsarios, con sables entre los dientes, el barco pirata al que llaman Estados Unidos y que navega sin rumbo por los mares del mundo, con patente de corso. No al terrorismo, porque desde que terminó la segunda, estamos en guerra.
Mi madre se llama Irene ,cuando empezó la guerra mi madre tenía siete años y mi padre estaba entonces en la guerra,era catorce años mayor que mi madre,allí se tiró mi padre tres años de guerra en el frente republicano como teniente de sanidad militar y después cuatro años en Africa en campos de concentración y de trabajos forzados picando piedra,conservo el odio al fascismo y a Franco y a todo lo que se le parezca.Cuando llegue el momento la gente se organizará de manera espontánea sin premeditación ni alevosía,la masa con los poetas y viejos sabios a la cabeza de la revolución,harán el resto.Beso.
ResponderEliminar